lunes, 25 de abril de 2011

CON DERECHO A SER ZURDO

Son notables las curiosidades que esconde nuestra forma de hablar. El lenguaje, a veces, expresa más de lo que pronuncia pero también puede ocultar más de lo que dice. Uno de los casos más llamativos es el de los términos “derecha” e “izquierda”: Cómo la derecha, la palabra derecha (y todo su significado), aparentemente, siempre terminan por subyugar a la palabra izquierda (y a todo su significado).

Yendo a las fuentes, la referencia de “izquierda” y “derecha”, políticamente hablando, no es caprichosa sino histórica. Remitámonos entonces a la historia y viajemos, ni más ni menos, que hasta la Revolución Francesa, uno de los movimientos populares más importantes de la historia universal.

Para simplificarlo, suplantó el sistema monárquico absolutista que existía en ese momento por uno Republicano que buscaba rediseñar una sociedad más igualitaria. Pero lo importante, para nuestro caso lingüístico, es que allí se declaró una Asamblea Constituyente donde los distintos grupos políticos se ubicaban en diferentes sectores de la Sala, a saber: los conservadores, representados por la alta aristocracia, que querían una monarquía moderada o limitada, pero monarquía al fin (o sea, casi ningún cambio), se ubicaban a la derecha de la sala; los girondinos, conformados por la alta burquesía, republicanos moderados que querían una transformación leve (pocos cambios), ocupaban el centro de la sala; y los Jacobinos que se ubicaban a la izquierda, destacados por la historia como los más exaltados, eran la burquesía media y la clase popular y querían una revolución que protegiera los derechos individuales por sobre los derechos de propiedad y el voto universal (es decir, grandes cambios).

Por este hecho histórico la derecha es derecha y la izquierda es izquierda. Atenti: no porque todo lo bueno sea la derecha y todo lo malo la izquierda como, aparentemente, nos dicen a través del lenguaje. ¿Ah, no? Echemos un repaso.

¿Acaso no se dice “hacerlo por derecha” cuando se hace legalmente y “hacerlo por izquierda” cuando se hace ilegalmente? ¿Acaso no es “ser derecho” ser honesto, respetuoso de la ley y de las normas? ¿Dónde está sentado Jesucristo? A la derecha de Dios Padre Todopoderoso. ¿Cómo se le llama al que usa la derecha? Diestro, sinónimo de destreza. ¿Cómo se le llama al que usa la izquierda? Zurdo, así con “Z”, sinónimo de siniestro. ¿Y al que usa ambas? No es diestro–zurdo o ambizurdo... es ambidiestro.

Tome el diccionario y busque la palabra “zurdo”, encontrará que se refiere a una persona que hace las cosas “al contrario de cómo se deberían hacer”, que utiliza la mano izquierda “del modo y para lo que los demás usan la derecha” (léase anormal). Mientras que si busca la palabra diestro o derecho, encontrará entre otras una definición de persona “inteligente, hábil, que tiene destreza, sagaz, experimentada, justa, fundada, razonable, legítima, benigna”.

¿No es acaso “nuestro derecho” eso que podemos exigir de acuerdo a la ley en nuestro favor? ¿No nos tienen que leer nuestros derechos cuando nos arrestan? ¿Y cuáles serían nuestros izquierdos? ¿No es el “Derecho” la ciencia que estudia el conjunto de normas, leyes y doctrinas que deben regir a una nación? ¿A quién hay que dejar pasar en un cruce de esquina si confluyen dos autos? ¡Al que viene por la derecha!

¿No hay que levantarse con el pie derecho para tener suerte? ¿No decimos “me levanté con el pie izquierdo” cuando hemos tenido un mal día? ¿No es derecho aquello que es recto, y antónimo de torcido? Con todo, no es de asombrar que la mayoría de los elementos de utilización manual estén preparados para diestros. La taza, las tijeras, la máquina de fotos, los cierres de los pantalones, la ubicación de la palanca de cambio, el acelerador de un auto y las cerraduras son para personas que tienen más habilidad en su mano derecha, y los instrumentos musicales están diseñados para diestros. Dé vuelta la chequera e intente cortar un cheque con la izquierda. Las puertas se abren para el lado más cómodo de los diestros. ¡Hasta los bancos de la escuela! Intente filmar con la mano izquierda, o usar con éxito el abrelatas con la zurda. ¿No se debe dar la mano derecha cuando se conoce a alguien? ¿La bebida no se sirve con la mano derecha por respeto?

¿Alguna duda? Con todo esto uno podría pensar que lo mejor es ser derecho, caminar por la derecha, usar la derecha y, por supuesto, votar a la derecha.

Pero -siempre hay un “pero”-, según la historia también hay quienes decidieron no usar la derecha y no les fue nada mal: artistas como Pablo Picasso, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Charles Chaplin, Bach, Beethoven, Jimi Hendrix, Marilyn Monroe, Don Adams, Robert De Niro, Bob Dylan, y James Dean; los deportistas McEnroe, Martina Navratilova y, más cerca en el tiempo, el Rafa Nadal; los científicos Albert Einstein, Isaac Newton y Pascal, y en la historia dicen que Napoleón, Alejandro Magno, Juana de Arco, Julio César y Simón Bolívar eran zurdos. Se sabe que Fidel Castro prefiere la izquierda hasta para escribir.

Y para remitirnos sólo a argentinos y contemporáneos, Lio Messi, Guillermo Vilas, Charly García y Gustavo Cerati. Todos ellos, señores, tienen algo en común, y no es ser famosos, sino ser zurditos. Hasta Diego Maradona, tal vez por rebeldía o por revolucionario, utiliza la zurda para deslumbrar con lo que mejor saben hacer.

¿Estarán equivocados? ¿Serán anormales? ¿Perseguirán un fin oculto? ¿Estarán en contra de las normas por propio placer? O quizás será porque saben que, sí, tal vez del lado derecho esté la ley, pero del lado izquierdo... está el corazón. Algunos dirán, pero la parte del cerebro que usan es la derecha... Y entonces, ¿quién sería el más siniestro?


jueves, 14 de abril de 2011

DIME DE QUÉ TRABAJAS Y TE DIRÉ CÓMO ERES

“¿Hoy qué comemos, pizza o empanadas? ¿Las pedimos o las hago? ¿Compro Pepsi o Coca Cola? Y el helado, ¿de chocolate o de frutilla?”. Mariló trabaja en una consultora de opinión y se pasa las seis horas de su vida laboral dando opciones a sus entrevistados. Vive en un constante multiple choice y, cuando habla, gesticula exageradamente y mira sin ver. Pero no es la única que se lleva trabajo a casa. Cuántos hijos de docentes pueden confirmar lo que digo. Cuántas esposas de militares han hecho “carrera a mar” hasta el súper cuando se quedaron sin sal para la cena. Cuántos padres de hijos médicos padecen sus persecuciones respecto de lo que se puede hacer y lo que no, a cierta edad. Por eso, si te vas a casar con alguien, fijate primero de qué trabaja.

En mis años de trabajo en un estudio jurídico, mientras estudiaba en la universidad, más de una vez he atendido el teléfono de casa diciendo “Estudio, buenos días”. Y, aunque no mentía (en verdad estudiaba), más de uno se ha reído de mi nivel de stress. Pero otras costumbres se pegan sin necesidad de estar a mil, incluso quienes repiten comportamientos laborales lo hacen con plena felicidad, como confirmando que esa es su vocación.

Mi primo Yulicól, profesor de inglés, le habla in ínglish a su hijo de un año y mi amiga Cecivá, actriz, es acusada de abusar de sus habilidades cada vez que reclama por algo en el seno familiar. Por suerte para su marido, es comediante y no actriz de telenovela.

Otra amiga, Susiví, médica traumatóloga especialista en pies, mira permanentemente para abajo, y no como Luisa Albinoni para no ver a los hombres a la cara, lo hace para examinar las pisadas de todos los que la rodean y diagnosticar, si hiciera falta, la causa de esa chuequera.

Claro que los periodistas no estamos exentos y, conociendo a tantos, puedo hacer un extenso mea culpa del “me llevo trabajo a casa”. El periodista gráfico observará y preguntará de tanto en tanto, pero abandonará la charla, sin hablar, con la firme convicción de saber qué se dijo y quién lo dijo. El de radio, en cambio, improvisará un resumen de lo charlado, casi como si fuera el vocero de la verdad; mientras que el televisivo se la pasará, disimuladamente, haciendo redondeles en el aire con su dedo índice si uno se extiende en su alocución.

Los que trabajan de muñecos, en cambio, sí la tienen bien difícil. Imagino una postal hogareña de quien trabaja de empanada, bailando en los semáforos: cada tanto, se levanta y se pone al lado del televisor, moviendo sus caderas si es mujer, moviendo sus manos si es hombre (el hombre, por definición, se rehusará siempre a mover las caderas). Será divertido, durante la primera hora, hora y media; después, te la regalo.

Mejor suerte deben correr los familiares del hombre araña, que seguramente intentará trepar por la baranda de las escaleras, si las hay, o de la reja de alguna ventana, lejos, por tanto, del televisor. Pero debe ser dificultoso, en cambio, para quienes viven con la momia, el luchador “sordomudo” de Titanes en el Ring, sobre todo para comunicarse o para pedirle que se haga una corridita hasta la panadería: imposible. Y ya en el extremo de estas profesiones artísticas tenemos al que trabaja de estatua: Dios mío, vivir con ellos debe ser aburridísimo, aunque barato ha de salirles los gastos.

Las esposas de los sepultureros la tienen de buenas si cuentan con un terrenito y les gusta renovar seguido sus plantas, sino, a esconder las palas porque en cualquier momento les cavan las cerámicas en pleno comedor.

La mujer de un mozo correrá con el beneficio de que su marido le recogerá la mesa todos los días, pero con el problema de que deberá dejarle propina por ello. Y en la casa de un taxista tendrán el auto casi siempre a disposición (menos cuando llueve, por regla), pero deberán darle charla todo el viaje y lidiar con el cambio chico cuando baja del auto.

Así, me vienen a la cabeza infinidad de profesiones, asociadas a su adjetivo más representativo: con un cónyuge carnicero tendrá un matrimonio peligroso; con uno croupier, uno divertido para la baraja, si no le molesta perder siempre; con una bancaria, gozará de prosperidad (mientras no quiera disponer de su dinero); con una psicóloga, tendrá sus problemas asumidos (eso no implica que estén resueltos, para eso dirigirse a una abogada, que si no se lo resuelve, lo convencerá de que es mejor así; un esposo ingeniero le garantizará una vida social inexistente aunque tendrá todos sus electrodomésticos andando (o, al menos, desarmados en proceso de reparación); y uno albañil, una convivencia en permanente refacción.

En el opuesto, hay infinidad de profesiones y oficios que, una vez en casa, dejan al descubierto lo poco que se hace en el trabajo… no se pongan nerviosos, no vamos a listarlas porque sería demasiado extenso.