jueves, 7 de octubre de 2010

EL OTRO "CINE VERDAD"

Por Leandro Renou y Cecilá

Cunegundo es un jubilado y asiduo asistente al cine. Todos los lunes, a las 16, lentamente, atraviesa el hall principal sin comprar entrada ni pochocho ni bebida, y se dirige derechito al ancho pasillo que une todas las salas donde se proyectan las películas. Los recepcionistas, cuando lo ven venir, miran a un lado y a otro, como distraídos, y se juntan para decirse algo mientras le dan paso, casi ignorándolo. Y él pasa. Entra a una u otra sala, le da igual, porque su pasión va más allá del film que se proyecte, su pasión es el cine mismo.

Cuando empezó a frecuentar las salas, a sus siete años, acá en Argentina, las películas eran mudas, en blanco y negro, emparchadas y reproducían sus imágenes a una velocidad que no tenía relación proporcional con el movimiento real. Él lo sabe. Pero igual lo añora.

En cambio, hoy, el séptimo arte es diferente. Es 3D, con sonido envolvente y con sillones reclinables. Es más verídico, suele admitirlo si uno lo aprieta un poquito, pero también “más de plástico”, dice. “Para muchos, dejó de ser algo especial para volverse una cosa común, y todo lo que es común -argumenta Cunegundo- es intrascendente, como el plástico: parece bueno pero, en definitiva, es berreta y falso”.

A pesar de que no es una novedad, Cunegundo todavía no se acostumbra a que, ahora, en los cines se come, pero no una garrapiñadita antes de entrar o un maní con chocolate en la butaca; hablamos de comer, pero lo que se dice COMER: pizza, empanadas, tacos, panchos y hamburguesas en plena sala y con los aromas que la práctica de masticar conlleva mezclándose al compás del aire acondicionado.

“¿Cómo puede uno comer y mirar la película a la vez?”, se pregunta siempre mientras contempla las caras de las personas iluminadas por la pantalla multicolor, al mismo tiempo que ve caer la mitad de los alimentos al piso. "Es que nadie se da cuenta cuando se le cae algo encima estando a oscuras", se repite, en voz baja, para justificar su paciencia. Luego, al salir, lo de siempre: manchas de aceite en los pantalones, pedacitos de lechuga en camisas y remeras, y hasta algún tupido bigote coloreado con mayonesa de un pancho.

La magia tal vez sea la misma pero la gente no. Antes, la gente se empilchaba y se arreglaba, hasta iba a la peluquería previamente, porque ir al cine era una salida de gala. “Ahora, van en ojotas”, se queja con nostalgia.

Añora aquellos años en los que no le temblaban las manos, en las que veía mejor en penumbras que al salir de la sala y cuando sus oídos detectaban el murmullo perturbador de algún mocoso a metros de distancia. Por eso, se pasea una y otra vez por las salas, mirando atento a todos.

Es que Cunegundo los conoce. Él, como nadie, tiene esa capacidad de identificar, por un lado a los revoltosos, a los irrespetuosos, a los comentaristas y, por el otro a los impacientes, a los intolerantes, a los amantes del cine en silencio. Es por eso que entra a la sala, y bajo la luz todavía tenue, los identifica, y, cálidamente, les sugiere una ubicación distinta si ve que dos personas incompatibles quedan como vecinos de asiento. A veces, también lo admite, peca de metido, es cierto, pero no puede evitarlo. Sobre todo con los que hablan durante la proyección de la película. Sabe que, cuanto más silenciosos son mientras esperan para entrar, más comentadores serán en pleno film: bajo el anonimato de la media luz, descargan toda su artillería de adjetivos, sustantivos, verbos, adverbios, onomatopeyas, conjunciones, interjecciones, carcajadas y ahogos.

También identifica el fenómeno de las parejas que salen por primera o segunda vez. Antes, en sus años mozos, los novios usaban el cine como elegante excusa para encontrar un momento de álgido romanticismo en el film y, copiando a los astros de Hollywood, robarle un beso a la chica, o lo más cercano a un beso. Ahora, los chicos son más rápidos, es cierto, pero igual los nervios aparecen. Se les cae la mitad del pochocho queriendo bajarle el asiento a la damita o intentando pasar por delante de alguien que está cómodamente sentado (tobillo derecho sobre muslo izquierdo).

Con una mirada, puede reconocer a los que se paran en el medio de la película para ir al baño, a los chicos que dan patadas a los respaldos de adelante, a los que pegan chicles bajo los asientos, a los que no apagan los celulares y a los que, incluso, reciben llamadas, a los que se duermen y roncan y a los que leen los subtítulos en voz alta.

Sabe de memoria los escalones y los baja como una primera vedette, sin mirar hacia abajo y atento a todos los asistentes. Y, cuando la sala se vacía, ve (aunque no toca) todo lo que se cayó al piso: restos de comida, paquetes de golosinas vacíos, lentes, pañuelos de papel usado, paraguas y hasta celulares y billeteras. Entonces, extrae de sus ropas un perfume ambiental en spray (no en aerosol) y fumiga los cuatro rincones.

Luego sale, avisa a los chicos de uniforme sobre las cosas olvidadas y busca otra sala. Entra y repite la coreografía. Los recepcionistas apenas lo miran, tal vez ni sepan que 45 años de su vida los pasó siendo acomodador de un cine de Ramos Mejía. Quizás tampoco sepan que presenció más 30 mil proyecciones de diferentes películas o que aún lleva su linterna de bolsillo encima. Y tampoco se imaginan que la gente, antes, lo saludaba cálidamente al llegar y al irse. Por eso, seguramente, no entienden por qué prefiere recorrer sigilosamente los pasillos de la sala en lugar de sentarse y, por fin, ver la peli como uno más.


19 comentarios:

  1. Cuánta verdad!! En el cine uno encuentra un resumen de las miserias humanas que suelen ser más miserables bajo el anonimato de la oscuridad!! Yo soy de las que comen en el cine!!! Cuando fui a ver "Dos Hermanos" me comí un sandwich vegetariano comprado en Tentissimo justito antes de entrar a la sala. Y me llené de tiritas de zanahoria y tenía lechuga hasta en el pelo... Eso sí, pedí sin cebolla por respeto al público presente...

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  2. cuánta verdad y tierna al mismo tiempo...yo todavía no pase de pochoclos...siempre una revisadita antes de salir por si algo quedo pegado en algun lugar indebido...

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  3. LA VERDAD YO NO COM0 EN EL CINE. CREO QUE ME DESCONCENTRARÍA. O A LO MEJOR SOY TAN ANTIGUA COMO CUNEGUNDO. VAYA UNO A SABER... ESTUVO BUENO EL TEMA CECILÁ...PERO ESTA VEZ TUVISTE AYUDA !ELBA

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  4. Todavía hay algunos reductos a los que la gente concurre empilchándose y la salida al cine sigue siendo sinónimo de distinción social; pienso en el Arteplex de Caballito, por ejemplo. Una vz fui a esas salas a ver una película ALEMANAAAAAA con unas amigas habituadas a los pochoclos, los paquetes de chocolates, etc. Las bestias hasta entraron con gaseosas litro y medio.
    Encima, cuando empezaron a abrir los paquetes y las gaseosas en medio del silencio de la proyección, trataron de hacerlo con el mayor sigilo posible, es decir, lentamente, lo cual redundó, por supuesto, en un ruido más molesto y perdurable, una intolerable agonía.
    Un señor paquete que estaba en la fila de adelante se quejó: "No pueden hacer más ruido?"
    Ane lo cual que yo, que tb estaba molesto x el ruido q hacían, x pura y súbita defensa corporativa de mis amigas, repliqué: "Sí, podemos".
    Al año siguiente, Obama usaría sse lema para su campaña presidencial.
    Conclusión, el buen hombre se dio vuelta y me miró con cara de comerme vivo, pero no me dio el cachetazo que me hubiera merecido x insolente.

    Pd. ¿Mis amigas? jamás se mosquearon: siguieron dándole duro y parejo a las golosinillas.

    Pd 2. dónde está el posteo sobre las telenovelas?????????

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  5. Hola Ceci me encantó, me hiciste acordar de los cines de RAMOS MEJIA, en la época que eran niños y hacian mucho lio, eso si, no comían todas las cosas que se usan ahora.Cunegundo andaría por ahí??? y si " EL CINE ERA OTRA COSA"
    Y hace muchos añós ir al cine era una salida como dice este señor, y a lo sumo comíamos un chocolate, o caramelos y ojo con hacer ruido con los papelitos.

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  6. Qué homenaje al cine Ceci!!

    Aplausos para Cunegundo, que celebra la hermosa ceremonia de la sala.

    Lau B.

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  7. Ceci, muy bueno¡¡¡¡ Como cambian las cosas ehhhh. Lo unico, que me hiciste acordar que estoy hecho pelota, mamita¡ , por dios¡, no soy como cunegundo pero soy de la epoca que solo eran caramelos y pochoclos.

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  8. Gracias Mari, Elba, Diego B.Diego C., Laura B. y a todos los que (se animan y) escriben.
    El cine tiene esa magia especial, una entrada a la fantasía y una posibilidad de ficción única, así que, sí, en parte un homenaje al cine, en parte un homenaje, a través de Cunegundo, a todos aquellos que también eran parte del ritual (en algunos lugares todavía lo son), y que nunca están en los títulos del final de la peli.
    Diego B: tené paciencia, ya se va a venir el post de las telenovelas del que hablamos la otra vez.

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  9. Confirmado. El Cine Hoyts de DOT premium ofrece entrada al cine, primer plato, plato principal y postre, por $145. Qué tul? Esto sí es moderno.
    Lindo para ver El juego del miedo 7 comiendo unos fetuchinis al tuco.

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  10. Uno encuentra cada personaje dentro del cine... conozco uno, y más también pero no los voy a delatar, que se aprovisionan de variados alimentos, nachos –para las propagandas-, pochochos y confites –para la peli!-, y generalmente les pasa que cuando están comenzando los títulos ya se comieron los nachos, ya se cansaron de masticar pochochos (lo cual me hace feliz, porque no hay nada peor que ver una película con una persona masticando al lado), ya se tomaron hasta el agua de los cubitos... y hasta los confites se comieron!!! entonces me mira diciendo no tenes algo dulce, esperando que le convide algo de mi único chocolate, el cual todavía no comí y que tengo guardado dentro en la cartera, ...es increíble, todavía no sabe que en la vida hay cosas que PARA MI no se comparten!!! Jajaja las delicias de ir al cine con amigos, son termitas!!!!
    Muy bueno el blogadito!

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  11. Oooootro tema jajaja
    Me acuerdo cuando era chica y nos pasábamos al tarde en el cine Belgrano y comíamos pancho mientras esperábamos la segunda película. Seria comegundo el que venia al entrepiso a retarnos porque nos portábamos mal?!
    Si te encontras a Cunegundo, proponerle que vuelva el cine a Ramos, prometemos ir y sobre todo portarnos bien... o al menos mejor que en los viejos tiempos!

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  12. Brillante.
    Como asiduo asistente a los viejos cines Parque y Aconcagua, extraño ese ritual del cine como salida importante. Aun me duelen los dientes de los Carambones Mu Mu (caramelos de leche tamaño XXL).
    Casi, casi te diría que esta entrada es el "Cinema Paradiso" de los blogs.

    Saludos!!!

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  13. Yo soy de los que entraban con las provisiones escondidas en el bolso. Antes, no te dejaban entrar con comida o bebida para que le compraras a ellos, pero era carísimo, así que yo llevaba escondida hasta la bebida, ja!
    Hoy en día, incluso, hago lo mismo en los teatros. Muy bueno chicos, saludos, Pablo.

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  14. Gracias Gi por el aporte, yo también recuerdo esas jornadas de cine continuado y los líos que solíamos hacer. Gracias El huber, muy linda tu comparación. Gracias Pablo, yo también suelo hacer lo mismo que vos, todavía hoy en día. Y para el que aportó el dato de la cena-cine en el DOT, interesante ver cómo se expande el cine, esperemos que aún así la proyección de la película siga siendo lo central de la atracción.

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  15. amo al cine y lo quiero como a mi familia, culesquiera que sea y si es una sala vieja mejor....viviria en el!!!. no concibo la idea de comer en el cine, tanto porque no disfrutaria al cine como cosmos (cosmos, no el cine cosmos, aunque lo extraño y estaba bueno); asi como tampoco disfrutaria la ¿comida?. En fin sueño como woody allen en la rosa purpura del cairo, que sofia loren salga de la pantalla y me lleve a los años cincuenta con Federico y Marcello! gracias, fantastica como siempre!

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  16. Qué maravilla la mente humana. Se inclina por lo clásico, a veces, y por lo novedoso, otras. Yo prefiero un cine más tradicional, sin posibilidad de cena pero amo el 3D. En el centro, a diferencia de los cines-shopping, todavía hay acomodador. Es más, a veces, uno tiene la posibilidad de compartir la película con alguno, cuando hay poca gente. Muy buena la alternativa pasional de un cine.

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  17. El cine 3D es una revolución. Si bien hay pelis que lo desaprovechan, hay otras que lo llevan hasta un extremo de realismo total.

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  18. Gracias a vos, Diego, y reabren el Cosmos, te cuento. No sé si saldrá Sofía en tu búsqueda pero todo es posible, quién sabe. Rasta, coincido con vos, a mí también me gusta el 3D de ahora, no el de antes, pero me siguen molestando un poquito los lentes... una consulta, ¿los que necesitan lentes para leer los subtítulos, como hacen? ¿se montan lentes sobre lentes?
    Pepe, gracias por tu comentario. También coincido. Saludos a todos y gracias.

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  19. Que linda historia de este señor y su bagaje de recuerdos. No soy tan grande, si bien no pertenezco a la generación del pochocloincorporado, reconozco haber comido en el cine. Y ese recuerdo me llena de emoción, era la época de las "tres pelis", una detrás de otra, o sea ir al cine significaba pasar toda la tarde adentro, y salir con la cabeza aturdida, y el corazón batiente.
    Vivíamos en la provincia, bastante alejados y cada salida "al centro" muy de vez en cuando, era una excursión de día completo, mi madre amorosamente preparaba las provisiones, ya que no había mucho dinero para golosinas, apenas un mani con chocolate que hacíamos durar hasta lo impensable. Ella imagino hoy, se avergonzaba un poco, ya que nunca nos daba nada mientras estaban las luces encendidas. Eso si, iniciada la peli, desenvolvía y nos daba a mi hermano y a mi, las más ricas figacitas con manteca que yo recuerde haber comido en mi vida, hoy al solo recuerdo, se me hace agua la boca. Patri

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