Terminó el mundial. Al menos para Argentina. Todavía escucho los ecos de los analistas, especialistas, periodistas, opinólogos, deportólogos y radiólogos que marchan en procesión a explicar algo que a nadie le importa ya. Y es que en su explicación, pretendidamente racional, dejan a un lado el sentir.
Antes de que comience Sudáfrica
Además, antes de todo mundial, Ariyí diagrama, a mano y sobre una hoja en blanco, una especie de agenda con las fechas y horarios de todos los partidos, alrededor de la cual acomoda, literalmente, su vida. Y, a diferencia de lo que muchos pueden pensar, no es algo que se vaya diluyendo con el paso del tiempo: cuanto más viejo, más importancia le da a los mundiales, como si a gritos pidiéramos ver, aunque sea una vez más, campeón a Argentina en un mundial.
Pero esto no es algo excluyente de Ariyí. Los argentinos vivimos los mundiales de fútbol con mucha intensidad y, más hoy en día, gracias a la calidad de las transmisiones por televisión, con el Full HD y el superslow incluidos.
La ilusión del juego
En lo personal, los recuerdos mundiales arrancan en el’78, festejando en el Peugeot 403 de mi viejo recién estrenado (por nosotros, porque era modelo ‘65). En ese mundial, aprendí el himno nacional. No lo aprendí en la escuela por obligación, lo aprendí durante el mundial ’78, por pasión. Y aprendí los nombres de todos los jugadores, y no sólo la formación argentina, me sabía hasta la de Polonia, con Deyna que pateó el penal que atajó Fillol (cosas que uno recuerda cuando tiene el disco rígido casi vacío).
A veces añoro esos días, en los cuales la única preocupación era llegar a tiempo de la escuela para ver al Chavo del ocho, aprender a sacar con efecto en el ping pong o que no me atraparan en el poliládron. Los días en los que, incansablemente, practicaba el juego del elástico usando dos sillas que hacían de “amigas”. Y no porque me faltaran amigas, sino porque cuando me lo proponía, podía ser tan constante en mi “entrenamiento” que pasaba horas y horas saltando sin parar.
Lo mismo me pasó cuando, después de una noche entera de práctica, aprendí a mezclar como los croupiers, entrelazando las dos mitades de un mazo de cartas y luego arqueando ambos extremos, dejando que las cartas se unan en una pintoresca seguidilla sonora.
Eso es, en parte, el desarrollo de un mundial. Un pasaje a nuestra infancia, un recreo en nuestra vida de adulto, un permiso para hacer la travesura de no ir a trabajar, de llegar tarde o de salir antes, un lugar para la diversión, un lugar para darle rienda al sueño de que, si estamos todos juntos, es posible llegar al escalón más alto, aun para un pibe de Villa Fiorito o de Fuerte Apache.
Por eso, hay que vivirlo con la ingenuidad de un niño, con esa pasión, con esa sorpresa y hasta con esa fascinación, como si no tuviéramos edad. Y quienes no puedan o no quieran vivirlo así, bueno, se quedarán afuera de ese bello viaje que, cada cuatro años, vivimos los que sí podemos, los que sí queremos.
Y aunque la ciencia y hasta el deporte mismo no lo avalen, todo - absolutamente todo- lo que hacemos los hinchas, influye en el resultado: cada vez que nos sentamos en el mismo sillón por superstición o cada vez que empilchamos la misma camiseta argentina por cábala, ayudamos a ganar a la selección. Porque para mí, como para todos los que aceptamos ese viaje-juego, es posible ser parte con solamente sentirlo. Por eso, cuando Diego levantó la copa en el ’86, todos la levantamos con él; cuando Canni rió de cara al cielo en el gol contra Brasil, en el ‘90, todos reímos con él; cuando le cortaron las piernas a Maradona en el ’94, nos las cortaron a todos; cuando en el ’98 volvimos a dejar afuera a los ingleses, todos lo hicimos; cuando, en el 2002, Argentina no pasó a la segunda fase, fuimos todos los que nos volvimos; y, en el 2006, cuando Maxi pateó ante México, todos la clavamos en el ángulo.
Y, sí, suena cursi. Pero, mientras los intelectuales ríen y descartan la pasión, nosotros, los cursis, desplegamos nuestra diversión sin límites, y lloramos y reímos, al mismo tiempo. Y, tal como pasó en este Sudáfrica 2010, cuando “el Diego jugador” se revela ante “el Diego DT” y devuelve la pelota al campo con un taco, por un segundo, todos volvemos a ser niños.
Muy lindo cecilá!!!! creo q en estos días vi una sola cosa q me fastidió más q perder el mundial: los periodistas deportivos llenando un espacio q era para llorar en silencio con explicaciones estúpidas y apuntando con un dedo acusador a ver de quién era la culpa. me hubiese encantado q alguno diga "señores y señoras uds. vieron lo mismo que yo, no hay nada para decir" y que saquen los programas de deportes de la tele y pongan una peli de Olmedo y Porcel, de esas q ponen cuando no hay nada mejor (ni nada peor) que poner...
ResponderEliminarEl Diego es lo más grande que hay. Todavía me emociona cuando lo veo jugar en algún video. Y, sí, el fútbol es sólo un juego, pero los que vimos a Diego en vivo y en directo jugar en una cancha, sabemos que, con él, el fútbol es mucho más.
ResponderEliminarCeci muy lindo lo que decis... cuantos recuerdos y anecdotas que comparto con vos!! besos te quiero mucho genia!!!
ResponderEliminarEvidentemente, se puede reir hablando de fútbol, incluso con la despedida del mundial tan cerca. Yo tendría 14 mundiales, en el 2014, tendré fiesta de 15?
ResponderEliminarEn ese caso yo tendría 4 años por mis cuatro mundiales(98;02;06 y 10). Ojalá festeje antes de tener edad de empezar la escuela.
ResponderEliminarCECI ME GUSTO MUCHO TU RECUERDO DEL MUNDIAL 78 PORQUE REALMENTE LO VIVISTE CON MUCHO ENTUSIASMO.TE MANDO UN BESO.ELBA.
ResponderEliminarA mí mucho no me interesa el fútbol y, la verdad, intenté que me gustara, pero no logré. Me encantaría poder compartir con los demás esta sensación, de hecho, lo hablé con mi psicólogo. Pero, sí, me gusta el Chavo del ocho. Eso sí es tele que entretiene de verdad. Por eso, casi cuarenta años después sigue teniendo pantalla. Algo que a muchos les gustaría.
ResponderEliminarEn mi juventud, yo jugaba al fútbol. Lo heredé de mi abuelita que fue centrodelantera en Las Chivas del Guadalajara. Por eso me apenó mucho que el tri no pudiera ganarle a los argentinotes. Pero, sale y vale, que se repitió lo mismo que en el 2006. Porque México perdió con Argentina, luego Argentina perdió con Alemania y luego Alemania con España (antes había sido con Italia) y el ganador de Alemania fue el que finalmente salió campeón. Y no les sigo comparando la cosa nomás porque después la vieja chancluda del 14 me dice lombriz de aguapuerca.
ResponderEliminarCeci: muy interesantes tus comentarios sobre los mundiales. En mi caso también me traen recuerdos de mi infancia y adolescencia. Algunos momentos gratos y otros no tanto. Recuerdo la alegría por los penales en Italia ´90 y también la frustación de 2002. Pero lo de México ´86 fue espectacular. Si bien en ese momento tenía solo 10 años de edad, me acuerdo del entusiasmo y la felicidad que teníamos los argentinos luego de obtener la copa del mundo. Impresionante. Ojalá se repita en Brasil 2014. Dicen que soñar no cuesta nada...
ResponderEliminarDiego F.
My lindo el texto Cecilia. Para mi los mundiales son como un carnaval, que normalmente termina cuando tu equipo queda eliminado....después de ese momento lamentablemente se vive de otra manera.
ResponderEliminarSin embargo, quizás porque no me emociono tanto como antes, esta vez segui disfrutando de los partidos ....yo nací en 1966, año en que Inglaterra ganó el Mundial, y pienso usar ese dato para intentar entrar gratis a los estadios si el Mundial 2018 efectivamente se hace en Inglaterra.
Como siempre tus comentarios son graciosamente serios, o a la inversa? Lo que importa es que surgen de la realidad, de nuestra realidad. Beso. Susana
ResponderEliminarJa ja, quién anda ahí? el alma de Don Ramón? Qué bueno! el mejor personaje del Chavito del 8.
ResponderEliminarDecime, por qué se pelearon Quico y el Chavo?
Quico se enojó con el Chavo, pos, porque creía que su pelota para jugar futból era tan linda que podía hacer su propio programa para chutearle a un portero y meter muchos goles. El Chavo, en cambio, pensaba que si Quico se iba de la vecindad cualquier otro niño podía ocupar su lugar sin que nadie lo notara y sin que el show se alterara.
ResponderEliminarPossss... los dos se equivocaron.
Coincido, la risa de Caniggia cuando le metió el gol a los brasileros fue tan clara: ellos nos pelotearon como nunca, pero nosotros metimos el gol. Y la justicia, en el fútbol, la marcan los goles. Esa eliminación y la de Italia, por penales, ambas en 1990, es lo que más recuerdo junto con el gol de Maradona a los ingleses. Qué intensos fueron esos dos mundiales!
ResponderEliminarMuy bueno.
Aguante Diegote, pero sólo porque es Diegote, sino ya lo hubiesen echado como a Bielsa!! Jaaa!!!
ResponderEliminarUfff, no sé qué delata más, en todo caso. Tengo un amigo que nació un 29 de febrero. El sí que cumple cada cuatro años.
ResponderEliminarEn cuanto a los mundiales de fútbol, ya habiendo vivido muchos puedo decir que el alcance y la masificación que tienen hoy en día, es impresionante. Pero eso también hace que aquél chiste publicitario sea cada vez más cierto, cunado un jugador, cuidando su peinado antes de salir a la cancha, anunció: "no me piden que cabecee"
Es cierto eso de que el fútbol y su masificación están sacandole el olor a potrero a los mundiales. Pero, fíjense, un Cristiano Ronaldo, que se la pasó más atento a su imagen que a su fútbol, no hizo nada. En vez, España nos regaló una lindo e interesante manera de revivir el juego del toque y toque. El que piensa en la pantalla (y en los cotnratos que se van a venir después de estar en pantalla), no se piensa en el arco. La culpa la tiene la industria que, como da mejor en cámara, contratan a Ronaldo y no a Iniesta.
ResponderEliminarNueva reflexión sobre el capítulo Maradona: Bielsa estuvo 4 años, volvió con un fracaso más grande que su cabeza, estuvo dos años él y dos Pekerman: nos volvimos en cuartos. Después dos años Basile y dos Maradona: nos volvimos en cuartos. Alguno de la AFA pensará que son mejores los períodos de dos años? porque no se van ellos, en lugar de echar a Diego?
ResponderEliminarEl deporte crea lazos de unión entre quienes forman parte de un mismo equipo y, aunque el fútbol es el deporte más seguido de Argentina, también están el tenis, que tiene una copa davis por año, el rugby, que nos dio una buena alegría hace poco, y el hockey, por ejemplo, en el cual las Leonas no paran de darnos satisfacciones. La emoción, lo sé, no es comparable con un mundial como el del 86 y el del 90, pero si uno se permite disfrutar, la emoción llega igualmente intensa.
ResponderEliminarDiego, el mufa es Basile, no asumas nunca más atrás de él.
ResponderEliminarHola Cecilia, soy un oyente de algo en común. La verdad me sorprende esta faceta tuya, aunque no tanto. Ustedes son serios y divertidos al aire. Me gustaron estos textos, éste más porque soy fanático del fútbol. Seguiré leyendo. Julio.
ResponderEliminarLa infancia, qué buen tiempo. Cuando uno mira para atrás y ve cuánto disfrutó, sufre por quellos chicos que no pueden disfrutar de su infancia, ¿cómo pueden nuestros gobernantes permitir que esos chicos vivan sin ese disfrute?
ResponderEliminarGracias, muy bueno. Rintintín.
El deporte tiene eso, nos transporta a la etapa más lúdica de nuestra vida. Y, por eso, es tan saludable disfrutarlo. Eso sí, sin agresiones de ningún tipo. Saludos!
ResponderEliminarQue lindo Ceci, no soy futbolera, sin embargo, reconozco que en los mundiales sobre todo, no asì en ningùn clàsico, hay un sentido diferente sobre la celeste y blanca, es como si por un ratito, cada uno de nosotros fuera un poco màs argentino.
ResponderEliminarbesos´
patri